Espacio dedicado al estudio de las ciencias humanas y sociales en la ilustre Capital del Oro Blanco.
Se publicarán artículos, crónicas, ensayos, poemas alusivos y reflexiones, cuyo eje sea Cereté. Los textos son responsabilidad de sus autores, lo mismo que su material gráfico. Están registrados en la DNDA, los cobija la ley de propiedad intelectual. Se pueden emplear siempre que se haga la debida cita bibliográfica y/o web gráfica. Los ensayos están respaldados por investigaciones históricas.
El escritor y poeta cereteano Álvaro A. Otero Puche, autografiando uno de sus poemarios
en una cafetería del centro de Cereté, año 2011. Es autor de los poemario titulados: La delicada claridad del asombro (2011) y Todos los espacios son habitables y a todos ellos les llega un verso (2000). Publicó el cuento de literatura infantil: El príncipe de los rizos dorados. Es además coautor del texto del Himno del Municipio de San Andrés, Córdoba. Es una de las figuras más activas en el frente cultural cereteano, fundador del primer museo etnográfico local, por lo cual se lo considera gestor cultural.
SERIE: escritores y poetas cereteanos.
AGRÓNOMO Y POETA
Por: Nabonazar Cogollo Ayala
A Álvaro Otero Puche
Amigo
de aquel verso de otras eras
Con
ímpetu de voz y diccionario;
Tus
cánticos de misa y campanario
Cambiaste
por canciones parranderas.
Rasgaste
las guitarras camineras
Con
ímpetu de joven visionario;
Y
un cielo en el trasluz contestatario
Brilló
entre tus pupilas lisonjeras.
Seguiste
de la fiel ingeniería
El
límpido camino en armonía
Del
cálculo agronómico en eriales…
No
obstante tu camino demarcaron
Los
pálidos poetas que llamaron
Románticos
bohemios a raudales.
Madrid
(Cundinamarca), febrero 2 de 2025
Portada del poemario Delicada claridad del asombro
Cereté es una aldea que se quedó anquilosada en el tiempo y el espacio, entre las difuminadas entelequias de una añoranza que le colgó el título de Capital del Oro Blanco mismo que hoy luce desteñido y viejo con los oropeles de un desvencijado teatro al que las autopistas informáticas de la posmodernidad condenaran al olvido. Otrora fue grande, hoy se aferra a aquellos recuerdos que solo los mayores testimonian y que los más jóvenes ignoran, pero cuyos lazos identitarios no alcanzan a retenerlos porque sus nuevas y poderosas alas los llevan hacia el horizonte ilímite, quizás para nunca más volver. Las ansias y fuerzas de futuro cereteanas se las sorbió una febricitante Montería que crece y se expande a diestra y siniestra a costillas de los poblados periféricos con toda su carga de sueños fallidos pesando sobre nuestras conciencias.
Las viejas casonas cereteanas del republicano tardío sucumben una a una bajo la pica de la demolición de un modernismo mal entendido que les da paso a las moles de concreto de un remozado neo Bauhaus traído allende el Atlántico con los tintes de un occidente que poco y nada se ocupa de la fluvial y bugresina Cereté. Porque para los grandes centros euroatlánticos América latina apenas si existe, por cuanto pretenden bastarse a sí mismos; y lo demás, al decir de Hegel, apenas si sería un recurso. Occidente, hoy por hoy, se resquebraja lentamente bajo la fatalidad de sus contradicciones internas, mientras que Cereté ve deteriorado su presente al socaire de un pasado luminoso al cual la gente vieja se aferra para no sucumbir del todo.
Muy pocos entre sus gobernantes locales interpretan e implementan en su justa medida el caudal de las ansias futuristas cereteanas, prueba de ello es que abandonan el pueblo, quizás porque entre sus callejas y mercados no caben sus nuevas expansiones sociales. La Cereté que huye y se abandona a sí misma porque el tren de la historia ya quizás no la alberga o quizás nunca las albergó.
Me duele Cereté, me duele verla descolorida y ajada a contrapelo de lo que alguna vez fuera. Duele ver que su juventud la abandone porque poco y nada le ofrece. Duele ver una clase media estrangulada lentamente ante la galopante escasez de medios productivos. Duele ver unas clases privilegiadas pertrechadas en la comodidad de sus recursos que no genera fuentes de empleo y desarrollo para las clases menos favorecidas, porque se blindan en sus cerrados círculos familiares. Duele ver la precariedad de sus servicios públicos y de un sistema de salud que se debate entre el ausentismo y la debacle. Duele ver que sus grandes intelectuales locales y su legado cultural son condenados al ostracismo ante la indiferencia y la desidia oficial; quizás porque nunca los entendieron, quizás porque ya a nadie les interesa. Duele ver que los que dicen amar a Cereté traicionan finalmente sus banderas en pro de intereses de clase, familia o partido.
Cereté, tierra mía, te llevo con amor en mi corazón, hoy por hoy con dolor y sentir de patria.