Nabonazar Cogollo Ayala y mi madre, Rosa Isabel Ayala de Cogollo (q.e.p.d.)
¡TÍA CHAVE, NO PUEDO BAJARME, NO PUEDO!
(crónica)
Por:
Nabonazar Cogollo Ayala
1967
Una de las anécdotas más viejas que desde niño me
refirieron una y otra vez, tiene como protagonistas a dos de las primas más
apreciadas de ambas familias, me refiero a Carmencita Moreno Cogollo[1] y
a María Antonia Lozano[2],
respectivamente. Sin mayores preámbulos procederé a reproducirla íntegra, luego
de haberla reconstruido lo más fielmente posible, con el aporte de los
recuerdos de sus testigos presenciales quienes han facilitado la literalización
de aquellos pretéritos hechos, que enmarcaron mis primeros días de vida.
Corría el mes de junio del año 1967 y según me refiere mi
madre yo había nacido en el Hospital San
Jerónimo de Montería, el 18 de junio del citado año, siendo el quinto hijo
del matrimonio Cogollo Ayala. Luego del insuceso de la destrucción parcial del
pabellón de maternidad del referido centro asistencial, mi madre tuvo que ser
traída a las volandas a pasar su convalecencia postparto, en la finca[3]
porque en el hospital no era posible ya. Dice mi madre lo siguiente…
“Yo estaba en la finca, en el cuarto grande de la casa del
frente y tenía cuatro días de paría[4]. El
pelaíto lo teníamos acosta´o en la cama grande y yo estaba en ese momento con
mi hija Cocho[5]
y con mi sobrina la Toña. Carmen estaba por los la´os de la cocina… Bueno,
ahora verás… Dije yo…
-¡Ay! Yo quisiera
guindarle este toldo a ese pelao, que de noche la mosquitera lo tiene enfermo…
¡Como no hay mosquito aquí en La Florida, hombe! Pero pa´ eso tocaría encaramitarse allá
arriba en el canastero del techo de la casa… ¿Cómo hiciera?
Y sale la Toña como gente grande y sin que nadie la
mandara…
-¡Ay Tía Chave! Venga
deme la pita del toldo que yo me subo allá arriba y yo se lo guindo…
-¡No Toña, no te subas
allá, muchacha! Tú estás muy gorda, no sea que te vayas a esmazatá de allá
arriba y después me meto yo en cipote ´e lío con José Lozano, tu pa’e…
-¡Nombe tía, qué va!
Déjeme que yo me subo rapidito de una vez… ¡Deme la pita del toldo, venga a vé…![6]”
Y diciendo y haciendo, antes que nadie se lo impidiera, la
Toña empezó a subirse hacia el canastero de la casa grande, haciendo escaleras
en los amplios ventanales y en las cenefas de la habitación. Efectivamente,
pasados unos minutos ya había alcanzado la parte más alta de la estructura de
madera que sostuviera el cobertizo de palma amarga de la casa. Con su robusta
corpulencia, logró llegar a la baranda del canastero, justo donde era necesario
y útil colgar la pita de fique para disponer el toldillo. Una vez ahí, pasó la
pierna por encima del barandal de madera y deslizó la pita de fique, la cual
luego le tiró a Chave, para que se izara el toldillo. Hasta ahí todo iba muy
bien…. El problema fue cuando la Toña se quiso ir a bajar…
-“Ya Toña… ¡Gracias
mija! Ya se guindó el toldo, bueno ahora bájate…
-¡No tía! No sé qué me
pasa… ¡No puedo![7]
-¿Cómo así que no
puedes, cristiana de Dios? ¡Así como te encaramitaste allá arriba, ahora
bájate, apura ligero es que es!
-Tía Chave, no puedo
bajarme… ¡No puedo![8]”
Un repentino ataque de nerviosismo aquejó a María Antonia
quien quizás al ver los varios metros de altura que había subido, alentó
vértigo o miedo. Lo cierto es que ella se quedó paralizada en lo alto del
canastero sin atreverse a bajar. La chica entre llorosa y pálida, se aferraba
al madero en el que estaba a horcajadas, como su tabla de salvación que en ese
momento era… Chave atinó a decirle…
-Bueno, entonces quédate ahí quietecita, mija, que yo ruedo la cama grande pa´ que te jondees de allá arriba… ¡Espérame un ratico! ¡Consuelo! ¡Cocho!
-¡Sí, mamá…
-Recíbeme al pelaíto,
ténmelo ahí mientras yo le ruedo la cama a la Toña, pa´ ponésela debajo pa´ que
ella se tire de allá arriba…
Carmencita no estaba en el cuarto grande en esos momentos.
Ella complementa el relato de la siguiente manera…
-“Yo estaba en ese
momento en la cocina calentando una olla de agua en la hornilla e´ leña de la casa de atrás, cuando de repente
oí el griterío y salí corriendo pa´ vé qué era… Yo vi a la Toña enjorquetá allá arriba en la nariz de la palma, se había
puesto nerviosa y se había enreda´o todita, no sabía qué hacé y no daba pa´
bajarse… Tu mamá le dijo que se quedara ahí que le iba a rodá la cama pa´ que se tirara, porque la cama
tenía dos colchones somieres y un esprín de resortes, en lugar de tablas… ¡Ella
caería abullonadita ahí![9]”
Prosigue mi madre su relato…
-“Bueno y yo con cuatro días de paría que estaba, rodé como
pude ese camón tan grande que era, carajo y se lo puse a la Toña debajito, pa´
que se tirara… Y… ¡Juápata! Ella se dejó caer y no le pasó na´! La cama la
esperó con los dos colchones que tenía y las cuatro almohadas… ¡Y listo el
pollo! Se solucionó el problema…
Después cuando ya le había pasa´o el susto, yo le
preguntaba a la Toña, muerta é la risa…
-¡Oh Toña! ¿Y qué fue
lo que te dio allá arriba que no dabas tú pa´ bajarte, muchacha?
-Ay tía, no sé pero no
pude… Una vez que vi esa profundidad y a ustedes chiquiticas que las veía yo
allá abajo, no pude! Me dieron nervios…
-¡Ay María Santísima!
Por suerte que yo tuve presencia de ánimo pa´ rodá esa camona, mija...
Con cuatro días de paría que yo estaba, antes no me dio una
vaina en la matriz, pero Dios y la virgen son muy grandes y naitica malo me
pasó… ¡Menos mal! [10]”
Estos anecdóticos hechos sucedieron en la casa de mis
padres, hace exactamente 47 años, justo la edad que ya he cumplido días atrás.
He querido compartir con los amables lectores el relato de estos sucesos que
quizás revestirán algún interés porque de alguna manera reflejan la mentalidad
y forma de vida de unos tiempos ya pasados, que nunca jamás volverán, en mi
natal y amado Cereté, tierra de mis mayores y cuna de mis ancestros.
Madrid (Cundinamarca) julio 6 de 2014
[1]
Edelmira del Carmen Moreno Cogollo, posteriormente de Santos; hija de la tía
Idalides Cogollo Guzmán, una de las hermanas mayores de mi padre, don Nabo
Cogollo Guzmán (q.e.p.d.). Para estas épocas la prima Carmen contaba con 14
años de edad.
[2]
María Antonia Lozano López; hija del tío José Lozano Jiménez, hermano natural
de mi madre. La Toña –como cariñosamente le dijéramos-, tenía para estas épocas
12 años de edad y se caracterizaba por ser robusta tendiendo un poco hacia la
gordura.
[3]
La finca La Florida se ubicaba a 3
kilómetros del casco urbano de Cereté, sobre la vía Cereté - San Pelayo, que
entonces era destapada. Quedaba en zona rural cereteana y anteriormente le
había pertenecido a Rodrigo Berrocal.
[4]
Debía ser el 22 de junio de 1967 si se tiene en cuenta la referencia… “tenía cuatro días de paría”. Yo había
nacido el día 18.
[5]
Se trata de la mayor de las hijas del matrimonio Cogollo Ayala, a saber Olga de
la Consolación, a quien llamábamos cariñosamente Consuelo, reducido al hipocorístico “Cocho”. Ella falleció en Cali (Valle del Cauca), antes de cumplir
los 21 años, en noviembre de 1981, aquejada por la artritis juvenil.
[6]
AYALA DE COGOLLO, Rosa Isabel. Referencia directa, julio 4 de 2014, vía
telefónica. Mi mamá en la actualidad cuenta con 74 años, pero goza de una
lucidez mental asombrosa y sus recuerdos están intactos.
[7]
COGOLLO AYALA, Olga de la Consolación. Referencia directa que alguna vez me
contara, siendo yo niño, en la finca La
Florida, Cereté (Córdoba). 1980, aprox.
[8]
Ibíd.
[9]
MORENO DE SANTOS, Edelmira del Carmen. Referencia directa vía telefónica, julio
de 2014.
[10]
Ibíd.
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