EL LOCUTOR, FOLCLORISTA Y POETA EDUARDO MENDOZA PORTACIO
ALBORADA CORDOBESA
¡Vuelve el puerco y jala el cuero..!
Por: Nabonazar Cogollo Ayala
Corría la segunda mitad de la década de los ochenta y cada madrugada entre las 5:30 y las 6:30 se escuchaba la voz alegre del locutor Eduardo Mendoza Portacio quien despertaba a Córdoba con su canto decimero y su algarabía regional, porque era mejor “coger el día por la punta”. Aquella cita diaria con las costumbres ancestrales de nuestra tierra, la leyenda y el dicho de monte, al son de los más inspirados porros y fandangos de los compositores criollos, dejaron una huella indeleble en el alma de los que un día tuvimos que partir en busca de oportunidades formativas y laborales. Al ya extinto programa radial Alborada Cordobesa, lo mismo que a su inmortal inspirador este sencillo pero emotivo reconocimiento.
¡VAMOS COMPAE LEVÁNTESE!
“¡Volvió, volvió y amaneció dijo el lechero de Arteaga... y del mismo lao!... ¡Vuelve el puerco y jala el cuero!; y aquí vamos como tres en el anca de un piojo, la gurupera corta, subiendo loma y la pechera partí´a!... ¡Pa´ adelante es que va la vaina y de todas maneras Viloria a la cárcel va!... de todas maneras. Hombe... empieza la semana; hoy es lunes de...”
De esta simpática forma empezaba cada día el programa de Mendoza Portacio, bendiciendo las frescas madrugadas del Sinú y el San Jorge con aquella retahíla de dichos de monte que a muchos resultaba incomprensible pero que provocaba las más espontáneas carcajadas en la mayoría de los radioescuchas. ¿Por qué? Porque ahí se hacía presente, de alguna manera nuestra tierra toda: Ahí estaba vivo y latente Córdoba, con su mentalidad colectiva y su picaresca inigualable. Con la lógica simple pero contundente de los raciocinios de sus campesinos y con la electrizante música de sus fiestas y corralejas. “¡Volvió y amaneció... Vamos compae levántese que hay que coger el día por la punta!” ¿A quién no estremecía aquel grito de batalla que se constituía en toda una afirmación de la propia identidad?
¡Vuelve el puerco y jala el cuero..!
Por: Nabonazar Cogollo Ayala
Corría la segunda mitad de la década de los ochenta y cada madrugada entre las 5:30 y las 6:30 se escuchaba la voz alegre del locutor Eduardo Mendoza Portacio quien despertaba a Córdoba con su canto decimero y su algarabía regional, porque era mejor “coger el día por la punta”. Aquella cita diaria con las costumbres ancestrales de nuestra tierra, la leyenda y el dicho de monte, al son de los más inspirados porros y fandangos de los compositores criollos, dejaron una huella indeleble en el alma de los que un día tuvimos que partir en busca de oportunidades formativas y laborales. Al ya extinto programa radial Alborada Cordobesa, lo mismo que a su inmortal inspirador este sencillo pero emotivo reconocimiento.
¡VAMOS COMPAE LEVÁNTESE!
“¡Volvió, volvió y amaneció dijo el lechero de Arteaga... y del mismo lao!... ¡Vuelve el puerco y jala el cuero!; y aquí vamos como tres en el anca de un piojo, la gurupera corta, subiendo loma y la pechera partí´a!... ¡Pa´ adelante es que va la vaina y de todas maneras Viloria a la cárcel va!... de todas maneras. Hombe... empieza la semana; hoy es lunes de...”
De esta simpática forma empezaba cada día el programa de Mendoza Portacio, bendiciendo las frescas madrugadas del Sinú y el San Jorge con aquella retahíla de dichos de monte que a muchos resultaba incomprensible pero que provocaba las más espontáneas carcajadas en la mayoría de los radioescuchas. ¿Por qué? Porque ahí se hacía presente, de alguna manera nuestra tierra toda: Ahí estaba vivo y latente Córdoba, con su mentalidad colectiva y su picaresca inigualable. Con la lógica simple pero contundente de los raciocinios de sus campesinos y con la electrizante música de sus fiestas y corralejas. “¡Volvió y amaneció... Vamos compae levántese que hay que coger el día por la punta!” ¿A quién no estremecía aquel grito de batalla que se constituía en toda una afirmación de la propia identidad?
EL OTRO DÍA ME ENCONTRÉ...
Y continuaba el mago de la palabra y la oralidad cordobesa... “El otro día me encontré con Petronita, una amiga mía de allá del lao de Cereté. Y me dijo, oye Eduardo te voy a contá una cosa que me pasó pa´ que la cuentes en tu programa: Hombe resulta que los otros días me levanté más o menos hacia la media noche porque estaba más bien como desvelada y fui al tinajero a tomarme una bebida de valeriana. Pero... ¡Malhaya sea!...no había agua. Eso quedaba era un guarrú ahí. Entonces cogí un mechón pa´ salir al tinajero de la cocina, porque era noche oscura sin luna. Bueno. Yo me salí pa´ afuera con el mechón y me estaba tomando la valeriana al costado del horcón de la cocina cuando vi que por el caminito de la cerca de tuna venía una procesión de gente. Un poco de viejas, viejos y peladas iban pasando con unas velas prendías. ¡Mierda, a mí se me espelucó el cuerpo!... ¿Y esa vaina qué era? Bueno, pero yo, entre miedosa y animosa no me metí pa´ dentro y más bien empecé fue a reparar a la gente, a reparar a la gente y empecé a darme de cuenta que ahí iban unos conocidos míos. Yo decía pa´ entre mí... “Mira ahí va Fulanito de tal; allá va Menganito. Allá va la hija de Zutana... en fin”. Yo cogí confianza y me terminé la valeriana y me arrimé a la cerca de tuna del camino. Cuando estaba yo ahí parada pasó la procesión de gente por enfrente de mí con los mechones prendidos y una de esas conocidas mías se me acercó a saludarme y me dijo:
-¡Uehhhh Petronita!... ¿y qué es que no tienes sueño?
-¡Nombe!...aquí estoy toa desvelada... Ajá... ¿y ustedes pa´ dónde van?
-¡Esta es una procesión que me invitaron!... ¿Por qué no vienes con nosotros?... ¡Coge, te doy una vela pa´ que nos acompañes!
-¡No Mija, yo te agradezco pero yo voy es a dormir que ya me está dando sueño!
-¡Bueno!...guárdame la vela y me la das mañana... ¿Oíste?
¡Bueno! ¡Hasta mañana!
Al día siguiente bien tempranito me levanté y después de recoger los toldos y las camas de viento, barrer el patio y hacer los demás oficios, me acordé de la vela y la fui a ver. ¡Y era una canilla de muerto!... ¡Ay María Santísima si aquello que yo vide anoche era una procesión de brujas!... ¡Dios nos ampare y nos favorezca!... ¿tú puedes creer eso Eduardo?... ¡Una procesión de brujas!
-Hombe Petronita tú estuviste fue de buenas; no te llevaron porque estabas adentro del solar de la casa tuya y la casa es sagrada... ¡Por eso fue que no te llevaron! – le dije yo-
-¡Sí mano!...¡Y júralo! La Virgen de la Candelaria me iluminó. –Me decía la pobre-
-Hombe... ¡Estas son historias de nuestra tierra!”
Inmediatamente sonaba con estridente melodía la puya “La espuela del bagre” y después el porro “El Ratón” con su pegajosa cadencia.
EN EL 52 SE FORMÓ CÓRDOBA
Terminada la cortina musical continuaba el locutor: “Estamos en el mes de junio, un miércoles 18 de junio del año 52 se formó el Departamento de Córdoba... ¡Hombe compae eso sí fue grande!... Eso la gente en Montería se volvió loca: hubo maicena, salvas de artillería, comida, bailes de sala.... ¡Carajo! Eso se bailaba aquí y allá, en el parque, en la plaza... en fin. ¡Todo el mundo se la pasaba moviendo, moviendo la angarilla! ¡Eso se veía bailar el negro como si tuviera una espina de mora clavá en el talón! De Bogotá se vino el presidente en avión con la mujer, la primera dama. ¡El blanco grande se vino pa´ acá! ¡Imagínese usted cómo sería eso de importante!
El negro Dechamps –era chocoano el hombre-, formó la Banda Departamental y eso nada más se oía la retreta noche y día. ¡Eso sonaba el vals “Flores y perlas” y el Himno de Córdoba cada ratico, cuyas estrofas fueron escritas por el poeta ceretano Rafael Grandet Valverde! Al doctor Remberto Burgos Puche le dicen “el padre del Departamento de Córdoba”; porque a él más que todo fue al que le tocó peliá allá en Bogotá con toda esa gente de Bolívar en el Congreso que no querían que se creara el departamento... ¡Pero el hombre se paró como un verraco y echó la vaina pa´ adelante sin talanquera que la aguante! ... ¡Y aquí está el departamento oyendo el cuento!”...
Y acto seguido sonaba con la majestuosidad de su timbre el porro “María Varilla” y después “Soy Pelayero”, para rematar con “El binde”.
PEDRO ARDIMALAS
“Ahora vamos a contar un cuento de Pedro Ardimalas... ¡hombe ese vergajo sí era malo!... ¡más malo que la mula que patió a Dios! Cuanto estaba chiquito lo mandó la mae con una totuma a que le comprara dos chivos de mazamorra donde la Niña Zunilda, que tenía un ventorro en el otro caserío, pasando el caño. Y salió el puñetero por todo el camino -que era un barrial porque había llovido toda la noche-. El pelao iba repitiendo pa´ que no se le olvidara el mandao: “una totuma de mazamorra por dos chivos de cobre, una totuma de mazamorra por dos chivos de cobre...”. En esas iba cuando no se dio cuenta, pisó mal y ¡juápata!... se cayó dentro de un hoyo de barro y se puso negrito... ¡Del color de la tierra!
¡Mierda!... se me perdió el mandao aquí en este barrial... ¡Tengo que buscarlo pa´ ver si lo encuentro!
Y empezó Ardimalas a rebuscar por aquí y a escarbatar por allá, con la totuma bajo del sobaco y los chivos en el bolsillo del mocho de pantalón de lona. ¡Tengo que encontrar el mandado, tengo que encontrarlo! –decía-. Cuando ya tenía un buen rato de estar buscando el mandao, acertó a pasar por ahí un machetero viejo que venía del monte del lao de Manguelito, quien se lo quedó viendo y le dijo:
¡Ajá pelao!... ¿Y qué es lo que buscas tú ahí descalzo en ese barrial?
¡Nombe estoy buscando un mandao que la mae mía me mandó a hacer con esta totuma y estos dos chivos de cobre!...Pero no lo he encontrao.
¡Tú lo que estás buscando es cogé una mazamorra en el fango maluco ese!
¡Ahhh eso era lo que yo estaba buscando!... ¡la mazamorra!...Ya la encontré, me voy.
Y contento como al principio, salió Pedro Ardimalas del hoyo, embarradito de la tierra y se fue al ventorro a comprar la mazamorra del mandado”.
Una nueva cortina musical sellaba con broche de oro el relato picaresco. Esta vez se trataba del porro “El Pájaro”, seguido de “Fandango Viejo” y “La Mona Carolina”…
Terminada la cortina musical continuaba el locutor: “Estamos en el mes de junio, un miércoles 18 de junio del año 52 se formó el Departamento de Córdoba... ¡Hombe compae eso sí fue grande!... Eso la gente en Montería se volvió loca: hubo maicena, salvas de artillería, comida, bailes de sala.... ¡Carajo! Eso se bailaba aquí y allá, en el parque, en la plaza... en fin. ¡Todo el mundo se la pasaba moviendo, moviendo la angarilla! ¡Eso se veía bailar el negro como si tuviera una espina de mora clavá en el talón! De Bogotá se vino el presidente en avión con la mujer, la primera dama. ¡El blanco grande se vino pa´ acá! ¡Imagínese usted cómo sería eso de importante!
El negro Dechamps –era chocoano el hombre-, formó la Banda Departamental y eso nada más se oía la retreta noche y día. ¡Eso sonaba el vals “Flores y perlas” y el Himno de Córdoba cada ratico, cuyas estrofas fueron escritas por el poeta ceretano Rafael Grandet Valverde! Al doctor Remberto Burgos Puche le dicen “el padre del Departamento de Córdoba”; porque a él más que todo fue al que le tocó peliá allá en Bogotá con toda esa gente de Bolívar en el Congreso que no querían que se creara el departamento... ¡Pero el hombre se paró como un verraco y echó la vaina pa´ adelante sin talanquera que la aguante! ... ¡Y aquí está el departamento oyendo el cuento!”...
Y acto seguido sonaba con la majestuosidad de su timbre el porro “María Varilla” y después “Soy Pelayero”, para rematar con “El binde”.
PEDRO ARDIMALAS
“Ahora vamos a contar un cuento de Pedro Ardimalas... ¡hombe ese vergajo sí era malo!... ¡más malo que la mula que patió a Dios! Cuanto estaba chiquito lo mandó la mae con una totuma a que le comprara dos chivos de mazamorra donde la Niña Zunilda, que tenía un ventorro en el otro caserío, pasando el caño. Y salió el puñetero por todo el camino -que era un barrial porque había llovido toda la noche-. El pelao iba repitiendo pa´ que no se le olvidara el mandao: “una totuma de mazamorra por dos chivos de cobre, una totuma de mazamorra por dos chivos de cobre...”. En esas iba cuando no se dio cuenta, pisó mal y ¡juápata!... se cayó dentro de un hoyo de barro y se puso negrito... ¡Del color de la tierra!
¡Mierda!... se me perdió el mandao aquí en este barrial... ¡Tengo que buscarlo pa´ ver si lo encuentro!
Y empezó Ardimalas a rebuscar por aquí y a escarbatar por allá, con la totuma bajo del sobaco y los chivos en el bolsillo del mocho de pantalón de lona. ¡Tengo que encontrar el mandado, tengo que encontrarlo! –decía-. Cuando ya tenía un buen rato de estar buscando el mandao, acertó a pasar por ahí un machetero viejo que venía del monte del lao de Manguelito, quien se lo quedó viendo y le dijo:
¡Ajá pelao!... ¿Y qué es lo que buscas tú ahí descalzo en ese barrial?
¡Nombe estoy buscando un mandao que la mae mía me mandó a hacer con esta totuma y estos dos chivos de cobre!...Pero no lo he encontrao.
¡Tú lo que estás buscando es cogé una mazamorra en el fango maluco ese!
¡Ahhh eso era lo que yo estaba buscando!... ¡la mazamorra!...Ya la encontré, me voy.
Y contento como al principio, salió Pedro Ardimalas del hoyo, embarradito de la tierra y se fue al ventorro a comprar la mazamorra del mandado”.
Una nueva cortina musical sellaba con broche de oro el relato picaresco. Esta vez se trataba del porro “El Pájaro”, seguido de “Fandango Viejo” y “La Mona Carolina”…
DESPEDIDA
El reloj había corrido rápidamente -quizás demasiado- y Alborada Cordobesa se acercaba a su final. “¡Bueno mi gente, esto se acabó!... Hasta mañana será otro día cuando con el dicho del lechero, el canto del gochó y el reclamo de la guacharaca, saludemos otra alborada. Porque no se les olvide, mis compadres y comadres: ¡Siempre es bueno coger el día por la punta!”.
Y luego de haber asistido a aquel delirante paseo por los senderos del folclor y la tradición oral de nuestra tierra, marchábamos a las diarias labores; felices y satisfechos por ser parte viva de un conglomerado culturalmente cohesionado llamado Córdoba. ¡Tierra de la leyenda, el mito y el gracejo! ¡Patria insomne del porro y el fandango que nunca mueren! Estas manifestaciones de nuestra idiosincrasia vivirán cada vez que el hombre cordobés se enfrente a los retos de la vida diaria, con la picaresca de su canto y con el garabato del apunte gracioso con el que aparta las matas del monte de la desidia y el aburrimiento; para cercenar los tallos, a fuerza de aquellos golpes de audacia, ingenio y creatividad que lo hacen inmortal y lo impulsan al infinito.
2005
El reloj había corrido rápidamente -quizás demasiado- y Alborada Cordobesa se acercaba a su final. “¡Bueno mi gente, esto se acabó!... Hasta mañana será otro día cuando con el dicho del lechero, el canto del gochó y el reclamo de la guacharaca, saludemos otra alborada. Porque no se les olvide, mis compadres y comadres: ¡Siempre es bueno coger el día por la punta!”.
Y luego de haber asistido a aquel delirante paseo por los senderos del folclor y la tradición oral de nuestra tierra, marchábamos a las diarias labores; felices y satisfechos por ser parte viva de un conglomerado culturalmente cohesionado llamado Córdoba. ¡Tierra de la leyenda, el mito y el gracejo! ¡Patria insomne del porro y el fandango que nunca mueren! Estas manifestaciones de nuestra idiosincrasia vivirán cada vez que el hombre cordobés se enfrente a los retos de la vida diaria, con la picaresca de su canto y con el garabato del apunte gracioso con el que aparta las matas del monte de la desidia y el aburrimiento; para cercenar los tallos, a fuerza de aquellos golpes de audacia, ingenio y creatividad que lo hacen inmortal y lo impulsan al infinito.
2005