RECORDANDO A RAÚL GÓMEZ JATTIN
Por:
Nabonazar Cogollo Ayala
De Cereté se
ha dicho con toda justicia que es una tierra de poetas, de gramáticos, de
jurisconsultos y de cultores de la lengua castellana… El más grande de nuestros
poetas locales es sin lugar a dudas Raúl Gómez Jattin, hijo del abogado y
pedagogo Joaquín Pablo Gómez Reyniero y de Lola Jattin
Safar. Nuestro Raúl nació en la ciudad de Cartagena de Indias el 31
de mayo de 1945, el mismo año en que en el Viejo Mundo culminaba la II Guerra
Mundial. Su infancia y adolescencia trascurrieron en el Cereté de antaño, junto a su hermano mayor
Rubén y a unos amorosos padres que se esforzaron en prodigar a sus hijos
una educación esmerada. Se levantó en un medio académicamente cultivado, lo
cual lo llevó a afirmar en cierta entrevista que concediera a un medio de
comunicación capitalino, lo siguiente…
No había (en mi casa) el inmancable
automóvil. Pero libros sí, todos los que quisiera…
Espíritu profundamente sensible, cautivado
desde su más temprana niñez por la literatura y el culto de los clásicos, por
parte de su padre, con quien al parecer leyeron juntos numerosas obras que
contribuyeron a forjar y templar su naciente alma de artista de la palabra.
Cursó en la Universidad Externado de Colombia la carrera de
abogado, cuyas materias finalizó exitosamente sin llegar a graduarse. Se dedicó
en principio al teatro del que posteriormente se alejó porque el mismo se
politizaría en Colombia lo que implicaría el abandono de Aristófanes, Sófocles
y demás autores griegos clásicos, tan del gusto de nuestro celebrado poeta.
A partir de 1981 se dio a conocer en Colombia
como poeta con una propuesta profundamente simbolista, anti vanguardista e
iconoclasta en algunos aspectos temáticos. Cultivador exquisito del verso en su
forma y expresión más puras. No era un gramático de la lengua, era más
bien un artífice de la palabra y las palabras eran su medio de expresión, no
más que eso. No reparaba en su naturaleza gramatical. Las empleaba como medios
de expresión de su propia vida. Leer la poesía de Gómez Jattin es acceder a su
vida íntima, personal y familiar, porque toda ella de cuerpo entero aparece
ahí, palpitante y llena de vida. Por ello también se le ha llamado vitalista.
Su vida dimana de sus poemas desde lo que leía, hasta lo que vivía con sus
familiares (Retratos) y lo que posteriormente fue su terrible viacrucis en
varias clínicas psiquiátricas dentro y fuera de Colombia (en La Habana, Cuba,
exactamente).
DE LO QUE SOY
En este cuerpo
En el cual la vida anochece
Vivo yo.
Vientre blando y cabeza calva,
Pocos dientes y yo adentro…
Como un condenado
Estoy adentro y estoy enamorado
Y estoy viejo.
Descifro mi dolor con la poesía
Y el resultado es especialmente doloroso…
Voces que anuncian: ahí vienen tus angustias,
Voces quebradas ya pasaron tus días
La poesía es la única compañera
Acostúmbrate a esos cuchillos
Es la única.
En nuestro Cereté pasó
por ser un orate más al que pocas personas entendieron mientras vivió en
nuestra canicular cotidianidad Caribe. Es una verdadera pena que doña María
Cardozo ya haya muerto (q.e.p.d.) llevándose a la tumba una parte significativa
de lo que fue la vida de Raúl en los tempranos años de su mocedad, como quiera
que ella contribuyó a su crianza y formación en su casa de la calle Cartagenita
de esta ciudad, junto a la amorosa Niña Lola. Al ya desaparecido diario LA
PRENSA él dijo alguna vez entre los apartes de una entrevista, lo
siguiente…
(En Cereté)
dicen que yo soy un loco. Pero lo cierto es que el único cuerdo allá soy yo…
¿Un poeta loco que en medio de su locura
juzgaba locos a los demás y se ponía él mismo a salvo de toda sospecha? Podría
pensarse tal cosa en primera instancia. Pero ¿hasta qué punto entendimos
realmente al mayor poeta de nuestra historia contemporánea? Era un hombre con
una mentalidad cosmopolita a toda prueba que hacía sonreír ingenuamente y de soslayo a
todo aquel que se veía enajenado de acceder al súmmum de su delicada poesía,
de sus más refinadas elucubraciones intelectuales. Dejémoslo que sea él mismo
quien hable…
EL DIOS QUE ADORA
Soy un dios en mi pueblo y en mi valle
No porque me adoren sino porque yo lo hago,
Porque me inclino ante quien me regala
Unas granadillas o una sonrisa de su heredad
O porque voy donde sus habitantes recios
A mendigar una moneda o una camisa y me la
dan
Porque vigilo el cielo con ojos de gavilán
Y lo nombro en mis versos
Porque soy solo…
(…)
Este era nuestro Raúl Gómez Jattin. Alguien
que desperdigaba poesía, convirtiendo en oportunidad de poiesis el
terrible drama de su trastorno mental, de su vivir errante y andariego, de su
no tener qué comer y de su esclavitud de los alucinógenos. Hoy en día lo
recordamos con una mezcla de nostalgia y agridulce sentimiento de culpa...
¿Qué hicimos por él mientras lo tuvimos entre nosotros? Hoy en día un centro
cultural en Cereté lleva su nombre y
en Cartagena un parque reproduce algunos de sus versos. Parque al que han dado
en llamar El Parque del Poeta. Me resulta inevitable experimentar
un estremecimiento del alma cuando releo algunos de sus poemas mejor logrados.
No por los textos de los poemas en sí, sino por la vida desgarrada y sufriente
que palpita y se siente transpirar al través de ellos.
El poeta antioqueño Juan Manuel Roca se ha
autoproclamado el mejor poeta de Colombia en el siglo XX. Según algunos de sus
epígonos la obra de nuestro Gómez Jattin palidece al lado de la obra lírica del
ex director del Magazín Dominical de EL ESPECTADOR. Respetable postura, tanto
más respetable cuanto más valida, pero ampliamente discutible. La lírica del
poeta Roca es bien lograda desde el punto de vista de la forma, pero hueca,
plana y vacía desde el fondo, es una valoración personal de su poesía. ¿Involucramiento emocional, acaso dirán algunos,
con la obra poética de un autor concreto, Gómez Jattin en este caso? Puede ser,
pero resulta innegable que cuando la obra lírica ha sido creada al socaire de
la propia vida esta cobra una inusitada vida que otro género de creaciones no
posee. Leamos algo de Juan Manuel Roca…
PAISAJES
Sentados en la yerba,
Mientras cruzaban
Mujeres con canastas de fruta,
Dos ciegos
Hablaban del paisaje del olor.
¡Ah, la sombra de un pájaro
en sus rostros!
Este poeta se nutre de su natal Medellín.
Nuestro Raúl Gómez del Cereté de
sus años de infancia, adolescencia y juventud. Muy válido ello, como es apenas
natural. Pero… ¿Cómo se puede juzgar y valorar como “mejor” una
creación literaria y su correspondiente contexto vital, que otra? Ciertamente
estaríamos entonces ante una mayúscula falacia: La de juzgar lo propio
como la creación de las creaciones, nacida en una cultura que sería
por ello mismo superior que otra. Todo se reduce entonces a esto: juicios de valor. Tanto más falaces
cuanto más sesgados respecto de la realidad que pretenden interpretar. dada propuesta poética es válida en sus coordenadas de tiempo y espacio, pero ello no la convierte por sí misma en un arquetipo a seguir a nivel universal. Para esto es preciso elaborar una propuesta estética-verbal con caracteres ecuménicos. Y habría que hurgar con lupa en la poética de Gómez Jattin en pro de esas perlas estético-verbales que rebasen el tiempo y la distancia.
Dejemos a Juan Manuel Roca y retornemos a nuestro Raúl Gómez Jattin. Gómez Jattin ha sido el poeta, el
autor por antonomasia y el dios inspirador de toda una generación, la que he
dado en llamar: La Generación del Bicentenario. La de aquellos que
nacieron entre 1950 y el año 2000. En el interregno de un milenio que agonizaba
y una nueva década, preludiada desde los dorados años setentas en series
televisivas que nos obnubilaron cuando niños y a las cuales después repudiamos,
por ser recalcitrantemente norteamericanizantes y por pretender enajenar
nuestros nacientes intelectos (La Mujer Maravilla, El Hombre Nuclear,
Superman, etc.) a favor de una desdibujada idea de la propia realidad,
diseñada por los yanquis. Gómez Jattin nos enseñó a no temerle a la jerarquía
eclesiástica, a la rígida moral de nuestros padres y abuelos y a conquistar una
idea de cosmos que se nutría de la vieja Grecia clásica, tanto más esteta
cuanto más elaborada y universal…
Si él estuviera vivo hoy 31 de mayo de 2011
estaría cumpliendo sesenta y seis años. ¿Él quiso marcharse por su propia mano
aquel fatídico 22 de mayo de 1997, en que lo arrolló un bus urbano en su natal
Cartagena? Jamás lo sabremos con exactitud. Quise rendirle un vívido y sentido
homenaje el día de su nacimiento, no el día de su muerte, porque Raúl Gómez
Jattin es nuestro dios inspirador, nuestro espíritu, nuestro norte y nuestro
guía. Y no es cierto que aquí no lo hayamos tenido en alta estima. Vive y
vivirá siempre en nosotros, en los poetas, escritores, filósofos, periodistas y
artistas y pensadores de la Generación del Bicentenario, junto a
Platón, a William Blake, a Sófocles, a Rimbaud, a Shakespeare, a Scherezada y a
todos los mil y un hechizos y maravillas que arrobaron su alma de niño a los
seis años cuando su padre lo descubriera debajo de la cama leyendo un tomo de
la Mil y Una Noches.
Para concluir nada mejor que uno de sus
mejores y más desgarradores versos…
Los recuerdo con un sollozo a punto de estallar
En mi loca garganta…
Raúl Gómez Jattin… Morirás el día en que
muera el último cereteano y el último
simbolista en Colombia y fuera de ella. El día que muramos aquellos para
quienes tú eres una excusa y un sólido punto de partida para acometer grandes y
arriesgadas aventuras de estética creadora, nutridos con la vivificante savia
de la Grecia clásica.
Mayo 31 de 2011. El Yopal - Casanare
nacoayala@gmail.com