Espacio dedicado al estudio de las ciencias humanas y sociales en la ilustre Capital del Oro Blanco.
Se publicarán artículos, crónicas, ensayos, poemas alusivos y reflexiones, cuyo eje sea Cereté. Los textos son responsabilidad de sus autores, lo mismo que su material gráfico. Están registrados en la DNDA, los cobija la ley de propiedad intelectual. Se pueden emplear siempre que se haga la debida cita bibliográfica y/o web gráfica. Los ensayos están respaldados por investigaciones históricas.
(Lastimosamente la casa de doña Isabelita nunca fue fotografiada)
UNA HUMILDE CASA, UN
GRAN PALACIO
(Crónica)
Por:
Nabonazar Cogollo Ayala
Hogar
de mis recuerdos / A ti volver anhelo/
No
hay sitio bajo el cielo / Más dulce que el hogar/
Posara
yo en palacios, / Corriendo el mundo entero/
¡A
todos yo prefiero, / Mi hogar mi duce hogar!
John
Howard Payne
1823
A escasos tres kilómetros del casco urbano de Cereté en el
Departamento de Córdoba se ubica la graciosa vereda de Martínez, tradicional
por el cultivo del maíz y la fabricación de envueltos deliciosos. Tierra de
gentes trabajadoras, tan buenas como el alma misma de aquellos bollos que le
han dado la vuelta a Colombia y cuya fama ha rebasado las fronteras patrias. En aquella inolvidable tierra tienen lugar los
hechos que me dispongo a narrar ahora. Corría el año 1984 y para entonces yo
cursaba mi cuarto año de bachillerato en el Colegio Diocesano Pablo VI
de la calle Cartagenita. Tuve la necesidad de trasladarme a visitar a mi
profesor de matemáticas, Darío Miguel Guerra Sáenz, quien vivía en Martínez en
la casa de su mamá, la inolvidable modista doña Isabelita Sáenz Yánez.
Dicho sea de paso, ella era comadre de mi mamá, dado que
cuando Darío Miguel nació en la vecina vereda pelayera de Belén hacia 1950, el
neonato estuvo al borde de la muerte por una extraña afección. Siguiendo el
consejo del cura de la época se dispuso todo para bautizar rápidamente al niño,
como quiera que “el agua del bautizo de pronto lo curaba”. Y así fue, mi
mamá -que entonces era una sonrosada chica de 17 años-, fue elegida como
madrina junto con alguien que fungió de padrino, el niño se bautizó y la
enfermedad desapareció como por arte de magia. En estos momentos, unos 35 años
después, Darío Miguel era mi profesor de matemáticas y yo marchaba en el carro
de mis padres a visitar a aquella apreciable familia con quien nos unían lazos
indestructibles de afecto. Llegué temprano a la humilde vivienda de techumbre
pajiza y… ¡oh, por Dios! La impresión que aquella morada causó en mí ha
pervivido en mi espíritu, tanto que me dispongo a describirla ahora.
Llegué a la vereda tipo ocho y media de la mañana y luego
de cruzar el viaducto principal de Martínez, crucé a mano izquierda por una de
las callejuelas intermedias, alinderada con cerca de tunas y algunos
matarratones florecidos. Arribé a la pequeña casa que evocaba a la pintoresca vivienda
de caramelo de Hansel y Gretel, sin duda. Me bajé del carro, luego de cuadrarlo
en frente para saludar a la familia Guerra Sáenz. Me dijeron que el profesor sí
estaba, aunque de momento había salido, estaba su hermana menor y la proverbial
modista, cuadrada como siempre, frente a su clásica máquina de coser SINGER,
con esmerada dedicación. El olor a café
negro recién colado impregnaba el ambiente con sus aromáticas esencias venidas
de la Arabia feliz. Llegaron los proverbiales saludos y la emoción liberada
después de tantos años de no vernos…
- ¡Hola, Nabito, mijo! Cómo estás de crecido… -me dijo la señora Isabelita-; la última vez te
recuerdo en una cunita y ahora eres todo un hombre…
- ¡Señora Isabelita! Gustazo en conocerla… Mi mamá
me ha hablado mucho de usted. ¡Para mí es todo un honor! Dios la bendiga, amén…
- ¡Gracias, mijo! Siéntate, siéntate… ¡Ya te
traigo un cafecito que lo acabo de hacer
Después
de sentarme en una de las consabidas mecedoras de tubito de colores, mi vista
se esparció por aquella maravillosa vivienda…
La
casita tenía la clásica estructura de las viviendas sinuanas y solamente
contaba con una habitación. El techo de palma amarga estaba magistralmente
recortado en redondo, con una precisión milimétrica a punta de machete afilado,
que daban ganas de mirarlo. ¡Trazaba un perfecto rectángulo! En el perímetro
del corte colgando del canastero de sostén se veían sendas canasticas sembradas
con matas florecidas de rosas rojas y anaranjadas que se mecían con el suave
vaivén del viento mañanero entre aromas que embalsamaban el ambiente. El piso de
la casa era de tierra apisonada, pero estaba enmarcado en una estructura de
madera con tablas y listones que lo elevaba aproximadamente unos veinte
centímetros sobre el suelo. Aquel piso se
mostraba liso y lustroso como si de concreto se tratara. Después me enteré que
ese acabado lo lograban, una vez apisonada la tierra, a base de grandes
cantidades de agua… ¡Aquellas proverbiales ollas número cuarenta eran muy
útiles para esos menesteres! Una vez asentado
el piso, se le hacían parches de ceniza y se lograba una apariencia de material,
francamente maravilloso. Nunca en la vida lo había visto y aun después tampoco
volví a ver un piso como aquel.
La habitación
única de la casita estaba cercada de venas de corozo y ostentaba graciosas
ventanas a lado y lado. Las habían abierto con industria y meticulosidad,
proveyéndolas con marcos de madera, vidrios y un ingenioso dispositivo de
cierre. Como doña Isabelita era modista, se resguardaba la intimidad de la casa
con extraordinarias cortinas de velo, ribeteadas de flequillos de colores que
se movían al vaivén de la brisa mañanera… En el espacio interior se alcanzaban
a ver dos camas de lona o también de viento, como se les decía, ubicadas a lado
y lado. Estaban arregladas con sendos sobrecamas y pintorescos tendidos,
primorosamente bordados. En las cabeceras campeaban las almohadas con fundas de
tela de garza bordadas en punto de cruz. ¡Cuánta hermosura, femineidad y
refinado buen gusto en todo aquel conjunto!
La
encantadora casita estaba circundada por un hermoso jardincillo, el cual se
veía sembrado con verde grama y campeaban frente a la vivienda rosales
florecidos, matas de flores de abanico con sus sonrosadas crestas abiertas,
trinitarias y enredaderas de coronillas inflorescentes entre otras. Volví entonces mi vista hacia la acogedora
salita donde campeaban las mecedoras una de las cuales yo ocupaba en aquel
momento. En el centro había una humilde mesita de madera de fabricación
artesanal en la cual se veía una latica forrada con papel policromático de
revistas de la época. En el receptáculo crecía una hermosísima mata de rosillas
a las que también llaman cecilias la cual abría sus agraciados capullos
como pequeños poemas a la naturaleza con sus rosáceos tonos de estación.
¡Cuánta
maravilla encerraba todo aquello! ¡Cuánta magia y cuánto poder a la vez! La
mano femenina de la dueña de casa se adivinaba hasta en los más mínimos detalles.
Ayudada por su industrioso esposo y sus tres hijos, el mayor de los cuales era
mi profesor. Aquella casa más que casa
era un palacio, sin lujos ni excesos, pero aun así… ¡Era todo un palacio! ¡Nada
que envidiarle al Prado español o al Versalles francés! ¡Era un
palacio de mi maravillosa tierra sinuana elevado en la vereda de Martínez!
Cuando
vino el café… ¡Una sorpresa más! En un inmaculado pocillo de loza china con
capullos humeaba la infusión saborizada con canela y endulzada con panela.
¡Todo un regalo para el paladar! En el colmo de la emoción no pude evitar
decirle a la señora Isabelita…
-¡Apreciada señora Isabel! Tengo que
expresarle mi emoción y sentimientos por esta su casa que nunca en la vida la
había visto tan pulcra, limpia y bien adornada.
Ella
esbozó entonces una tímida sonrisa para decirme…
-¡Pues ahí la tienes a la orden!
Créame
que nunca la olvidaré. A los pocos minutos de una discreta charla con la buena
señora, llegó Darío Miguel en una bicicleta…
- ¡Ajá,
Nabito! ¿Cómo te ha ido?
-
¡Bien, profe Darío! Por acá que me dio por venirlos a saludar en este domingo…
- ¡Por
aquí siempre serás bienvenido, mijo! ¡Esta es tu casa!
- ¡Y
que lo diga! ¡La verdad me ha dejado impactado!
-
¡Este es el pequeño universo que mi mamá ha construido y que entre todos la
hemos ayudado! Celebro mucho que te haya gustado…
- ¡Créame
que alguna vez haré vivir eternamente en mis escritos este maravilloso universo!
-
¡Muchas gracias desde ya, mijo! Dios te lo pague, amén.
Los
años han pasado con su impasible pero firme andar de paquidermo de los tiempos
idos. Ya el profesor Darío Miguel y su apreciable progenitora han marchado a
las regiones de la eternidad y aquella casita que tanto me impactara en los
días de mi juventud ya no existe. En su lugar hay una elegante residencia hecha
con materiales más duraderos. Pero aquellos recuerdos que la casita original
inspirara se fijaron con tinta indeleble en mi alma y hoy he querido dejarlos
por escrito en estas significativas líneas como una forma de homenajear a
aquella honesta y laboriosa señora que demostró que para vivir en un palacio no
se necesitaban lujos, sino ingenio, gusto y un depurado sentido de la limpieza,
el orden y la estética.
¿Juráis en el nombre sacrosanto de Dios, invocando en
todo momento el supremo ideal patriótico de la integración regional cordobesa
en torno a la fraternidad deportiva en el marco del juego sano, equilibrado y
justo; cumplir y hacer cumplir en todas vuestras actuaciones los principios,
reglamentos y directrices generales de estos JUEGOS DEPORTIVOS DEPARTAMENTALES
DE CÓRDOBA, que congregan a los valles del Sinú y el San Jorge, lo mismo que a
las provincias de sabanas y sector costanero; con arreglo al principio olímpico
universal: “Lo importante no es ganar lo importante es competir”?
- ¡Sí juro y me comprometo!
-Si así lo hiciereis que Dios, la patria y el
conglomerado cordobés en pleno os lo premien. Y si no, que Él y ellos os lo
demanden.
Te pedimos por la paz en las almas de cada uno de tus
hijos, lo mismo que de nuestros municipios, nuestro departamento y nuestra
amada patria colombiana…
Te pedimos que la soberbia, los odios, los rencores
exacerbados, la intolerancia y la incomprensión se depongan definitivamente; a
favor de la aceptación del otro, la reconstrucción de la hermandad nacional en
un sólido tejido social y el afianzamiento de la colombianidad en el perfil eterno
de la mismidad que nos reafirma y nos hace ser nosotros mismos.
Te pedimos que cesen las amenazas, las palabras hirientes,
los insultos y las descalificaciones a ultranza. Y en su lugar emerja el trato
justo, armónico, y moderado vertido en moldes de un lenguaje mesurado y deferente
que ofrezca calidez y plena confianza hacia la persona del otro.
Te pedimos que cada colombiano y cada colombiana
coadyuven de la mejor forma a la consolidación del tejido social en aras de un
mejor país, de una sociedad más segura y libre para siempre de la inseguridad
en cualquiera de sus formas.
Te lo pedimos, Señor, por cada niño y cada niña, cada
familia, cada hogar, cada escuela y en suma por el país en pleno.
Por Jesucristo, nuestro Señor, que vive y reina y es
Dios, por los siglos de los siglos.
Yo
entonces saco pecho con orgullo y les digo… Yo soy de la tierra más hermosa que
la mano del Señor delineara sobre la faz de la vieja bola del mundo… ¡De la
bella ciudad de Cereté, Departamento de Córdoba! La tierra donde las letras y
la poesía son pan de cada día, la tierra del máximo poeta de Colombia, Raúl
Gómez Jattin, uno de mis mentores, tierra de la poetisa Lena Reza, del
cantautor Noel Petro, del locutor radial Edwin Tuirán Ruiz y del autor del
Himno del Departamento del Cesar… ¡Este último soy yo! Cereteano por estirpe
raizal, profesionalmente formado en Bogotá y triunfalmente reconocido en
Valledupar por la vez primera.
-Pero
profe… Usted habla y escribe bastante pulido. Elabora bellas y sonoras estrofas
clásicas, con una facilidad increíble… ¿Eso lo aprendió en Cereté?
-Sí,
mi amada ciudad fue mi cuna y mi primera escuela. Nací y crecí en el seno de
una familia en donde la literatura y la filosofía estaban a flor de piel y
donde la magia y el hechizo de los relatos orales de los campesinos hacían
volar desde niño mi mente hacia el filo mismo de las estrellas… Mi bachillerato
lo acabé en el Colegio Diocesano Pablo
Sexto, de la mano de un sacerdote español, un hombre de Dios, quien
enseñaba amor indeclinable a la patria, al terruño de nuestros padres y
abuelos, amor al Evangelio y culto idolátrico por la lengua española; de todo
lo cual me considero un digno y orgulloso heredero, por ello mismo, su difusor
y fomentador. El Reverendo Padre Gumersindo Domínguez Alonso, mi modelo de
hombre cristiano y de intelectual integral ante la vida.
-¡Qué
privilegio tenerlo a usted de maestro, profe!
-¡Y
qué privilegio tenerlos a ustedes de alumnos, mis hijos!… Dios los bendiga hoy
y siempre.
LA PUNTUALIDAD, LA VIRTUD DE LAS DAMAS Y LOS CABALLEROS
Por: Nabonazar Cogollo Ayala
¿De cuántas maneras
hemos justificado nuestra impuntualidad? Por lo general el común de las
personas busca echarles a los demás la culpa de lo que ellos dejaron de hacer y
que era su responsabilidad hacerlo. Cuando no es así, entonces buscarán
justificaciones en el clima, en el transporte, en la información recibida y
hasta en los contratiempos de última hora. Veamos algunos ejemplos típicos:
•¿Por qué llegaste tarde a clases? ¡Porque estaba lloviendo y todo se inundó! No pasaba buseta ni
carro ni nada… ¡Antes vine!
•¿Por qué llegaste tarde a la misa?¡Porque el cura ese siempre comienza tarde! ¿Si él tiene
derecho a dormir más, por qué yo no?
•¿Por qué no entregaste el informe de química?¡Porque fue que a mí no me dijeron! Yo no
sabía de ese informe.
•¿Por qué no entregaste el trabajo de matemáticas a tiempo?Porque es que era para el martes después
del festivo. Yo me confundí y traje fue el horario del lunes… ¡Eso ya no es
culpa mía!
•¿Por qué no hiciste el trabajo de español, que era para hoy?¡Yo sí lo hice! Fue que se me quedó, pero
que lo hice, lo hice.
•¿Por qué no pagaste ese dinero el día que debías pagarlo? Porque es que el señor ese me dijeron
que se había ido para Montería. Entonces… ¿Qué tal yo llegar a su casa con la
plata y que no hubiera nadie?
•¿Por qué saliste tan tarde de la casa? Fue que mi mamá me hizo tarde el desayuno. Y
para rematar, el agua se fue y me tuve que bañar con totuma.
La impuntualidad no
tiene justificación… Si somos personas organizadas con nuestro tiempo y
nuestras obligaciones, nos haremos un horario de vida y lo seguiremos a pie
juntillas. De esa manera veremos cómo nos alcanza el tiempo y antes hasta nos
sobra, para disponer de él con libertad y como queramos.
¿Qué tienes que estar en
la iglesia a las 8 am? Depende de dónde te encuentres. Si vives a dos cuadras
de la iglesia, aun así, levántate una hora antes, para que tengas tiempo
suficiente para organizar todas las cosas. Pero si vives en la vereda de
Manguelito, a 45 minutos del casco urbano, eso es diferente… ¡Levántate al
menos con 3 horas de anterioridad! Deberás tener en cuenta todas estas
variables: (1) El transporte (cuánto tardas en tomarlo y cuánto se gasta el
carro en traerte hasta Cereté); (2) Dónde te deja el transporte y cuanto tardas
en llegar hasta la iglesia.(3) Cuánto
te gastas en tus actividades personales (levantada, baño, aseo, desayuno,
etc.). Si mides organizadamente tu tiempo, no tendrás afanes, no sufrirás de
estrés ni angustias por llegar tarde y todo lo podrás hacer sin contratiempos.
Hay alumnos que no miden
el tiempo real que demanda hacer un cierto trabajo para el colegio. Por
ejemplo: el profesor de español les dejó un trabajo de análisis literario de la
novela El coronel no tiene quien le escriba, del Nobel colombiano
Gabriel García Márquez.¿Qué hay que
hacer? Elaborar un completo resumen de la obra, de al menos 3 cuartillas de
extensión, en el cual se indiquen: inicio, nudo y desenlace. Además hay que
hacer una descripción psicológica pormenorizada de los personajes principales;
analizar coordenadas de tiempo y espacio y adicionalmenteidentificar, haciendo cita y explicación, de
las metáforas, símiles, hipérboles y caricaturas que hay en el cuerpo léxico de
la novela. Juanito Pereza se confía y cree que un par de horas, el domingo por
la tarde,será más que suficiente para
hacer un análisis literario que demanda entre 18 y 24 horas de trabajo. El
profesor les dejó 15 días para la realización del trabajo, pero nada; don Juan
Pereza todo lo dejó para última hora. Confía en que en Wikipedia o en el
Rincón del vago encontrará todo eso. Juan se consiguió un computador
prestado con un módem de 3 gigas, pero… ¡Horror! El internet se cayó, justo a
las 7 de la noche, cuando Juan se disponía a hacer el trabajo. Al día siguiente
Juan Pereza, muy orondo le dice al profesor:
•¡Profe! Ese trabajo que usted dejó es lo menos para un mes… A
mí el tiempo no me alcanzó, pailas y toda la culpa es suya… ¿Por qué no nos dio
el tiempo suficiente? ¡Me voy a quejar con el señor rector! Mi mamá va a venir
a quejarse…
¿Te parece que es justo
este reclamo? Evidentemente no lo es. Aquí tenemos el caso de un joven que
busca justificar, a como dé lugar, su irresponsabilidad en el manejo del
tiempo. ¿Y cómo lo hace? Culpabilizando a los demás de su propio descuido. Esto
se llama “traslado de culpas” y en nuestro medio es cosa común, lo cual
no implica que esté bien ni que sea una conducta aceptable. Estas son conductas
antiéticas e irresponsables, que deben ser removidas de nuestra forma colectiva
de pensar, porque no nos aportan nada bueno y nos convierten en individuos
indisciplinados, perezosos y mediocres.
REFLEXIÓN: Los
colombianos y las colombianas del futuro deben ser personas juiciosas,
conscientes de sus tareas, deberes y obligaciones. Jóvenes capaces de
administrar su tiempo con total responsabilidad, lo que los convierte en
jóvenes puntuales en todos los sentidos. Ser puntuales es ser responsables a
carta cabal, sin recurrir a excusas absurdas que solo buscan eludir el peso de
nuestra propia responsabilidad.
SIENDO PUNTUALES Y ORGANIZADOS CON EL TIEMPO,
TENDREMOS ESPACIO PARA HACER LO QUE QUERAMOS. ¡LOS COLOMBIANOS DEL FUTURO SOMOS
Y SEREMOS SIEMPRE PUNTUALES!
Corría el año 1984, aquel día llegaste a
mi colegio, yo era apenas un adolescente. Te vi entonces tonsurado por el
tiempo, con esa corpulencia que te asemejaba a un cíclope del valle del Sinú.
Hallaste la puerta abierta, entraste aunque todos huyesen gritándote: ¡Loco! Saludaste amablemente, sonó la
campana para clases. Llamó poderosamente tu atención la cátedra de literatura
en un aula inmediata. Llegaste, pediste te dejaran impartirla, así fue… Los
aplausos te laurearon. Pediste luego de comer y te marchaste, pleno cual
chiquillo…
Ese eras tú, Raúl Gómez Jattin… ¡El
poeta más grande de Colombia!