En torno a la Virgen de la Candelaria…
|
Por:
Nabonazar Cogollo Ayala
|
Arrancaron las consabidas y tradicionales fiestas en honor de Nuestra
Señora de la Candelaria, en la Capital del Oro Blanco. Es altamente
gratificante constatar cómo la misma advocación religiosa es estruendosamente
celebrada desde tiempos inmemoriales, tanto en Cartagena de Indias como en la Villa
de Nuestra Señora de la Candelaria de Magangué, lo que pone de relieve una vez
más nuestro sólido vínculo cultural e histórico con el Antiguo Bolívar, del cual nos emancipamos en el año de 1952, cuando
fuera creado el Departamento de Córdoba, en cumplimiento de la ley novena de
1951. Dicha ley entró en vigencia seis
meses más tarde, exactamente el 18 de junio de 1952, fecha emblemática para
todos los cordobeses que vieron así cristalizado un viejo anhelo de
emancipación y autodeterminación local, ante la pereza y el desgreño
administrativo de la lejana e indiferente Cartagena.
No deja de resultar extraño y quizás paradójico que mientras los
cereteanos celebramos las fiestas en honor de la Virgen de las Candelas, nuestro patrono eclesiástico sea San Antonio de Padua. Se da un caso de
superposición hagiográfica, esto es: una patrona eclesiástica de hecho y un patrono de derecho. Esto lo que da a entender es
que pervive un culto ancestral legendario en torno a una deidad femenina, aun
cuando posteriormente los sacerdotes jesuitas de la misión que fundara definitivamente
a Cereté (ca. 1721), pretendieron introducir el culto al santo portugués, con un
éxito muy relativo. (Sin embargo no es gratuito
que una de las calles más antiguas de Cereté se llame San Antonio).
Recordemos, por ejemplo, que la legendaria pintura de la Virgen de las Candelas que se venera en Magangué (Bolívar), es identificada por los aborígenes locales que aún van a visitarla en romería cada año, con Thi, la diosa Zenú que simbolizaba a la luna. Según la mitología Zenú y Malibú, la diosa Thi se enfrentaba en reñida lucha, cada dos o tres años, con el espíritu destructor del Carimaño (nombre zenú del río Magdalena), al cual lograba dominar y pisar bajo sus pies en actitud sumisa de derrota. Recordemos que los zenúes eran matrilineales, lo cual los conecta de alguna manera con los Muiscas del altiplano. Esto plantea un curioso contraste entre las fuerzas de la luna (femeninas) y la de las aguas periódicamente desbocadas del gran río y sus afluentes tributarios (masculinas).
Recordemos, por ejemplo, que la legendaria pintura de la Virgen de las Candelas que se venera en Magangué (Bolívar), es identificada por los aborígenes locales que aún van a visitarla en romería cada año, con Thi, la diosa Zenú que simbolizaba a la luna. Según la mitología Zenú y Malibú, la diosa Thi se enfrentaba en reñida lucha, cada dos o tres años, con el espíritu destructor del Carimaño (nombre zenú del río Magdalena), al cual lograba dominar y pisar bajo sus pies en actitud sumisa de derrota. Recordemos que los zenúes eran matrilineales, lo cual los conecta de alguna manera con los Muiscas del altiplano. Esto plantea un curioso contraste entre las fuerzas de la luna (femeninas) y la de las aguas periódicamente desbocadas del gran río y sus afluentes tributarios (masculinas).
¿Cuál era el demonio que cada dos o tres años pisaba la diosa y que
cuando se escapaba, ocasionaba inundaciones y desastres naturales? Un sonrosado
angelito o querubín, enmarcado con dos alitas de oro, a los pies de la virgen,
sobre una estilizada luna llena de plata, entre dos luceros punteros. La piel
de dicha imagen de la Virgen de la Candelaria es de color pardo – cobrizo oscuro.
Es decir, es muy morena, lo que la asimilaba racialmente a los indígenas
ribereños. ¿Casualidad o detalle estético deliberado, de parte del desconocido
pintor colonial que creó la imagen? Resulta difícil de creer que se trate de
una casualidad: esa Virgen de la Candelaria presenta demasiadas afinidades con
el pueblo Zenú, aunque hará falta demostrarlo más a fondo y con mayores
elementos de juicio. De otra parte es igualmente cierto que en la iconografía
del santoral católico tradicional, se representa a la Virgen de la Candelaria con la piel morena, razón por la cual en
algunas partes del mundo hispanoparlante católico, la llaman cariñosamente: “la negrita”.
¿Imaginación indígena desbocada, identificar a Thi con la Virgen de la
Candelaria? En absoluto. Con base en un criterio antropológico podemos decir
que se trata de un caso de sincretismo religioso. Los dominados indígenas
ribereños: zenúes, malibués y chimilas entre tantos otros, veían en la
iconografía católica a sus ancestrales dioses precolombinos, sin que ello
pudiera ser evitado por los frailes misioneros españoles, quienes morían
engañados, creyendo que finalmente habían logrado convertir al cristianismo a
los irreductibles indígenas. Casos similares se dieron en San Benito Abad
(Sucre) con el famoso Cristo de la Villa y la Virgen de Nuestra Señora del
Rosario, en Valledupar (Cesar), idolatrada por Motilones y Chimilas hasta el
delirio, aun hoy en día.
Nuestro ancestral Cereté fue un asiento zenú, en el cual gobernaba la
legendaria cacica Tay (que podría significar “hija de la luna”) hacia el siglo XVI. Los centros poblacionales zenúes gobernados por cacicas, eran muy
respetados y se constituían en unidades de acopio y abastecimiento de víveres y
granos secos para tiempos difíciles, bien de sequía o bien de inundación, como
ya alguna vez lo refería en una columna anterior. ¿Por qué no existe en nuestro
municipio una imagen autóctona de la Virgen
de la Candelaria? De tiempos ya lejanos recuerdo que cuando el padre José
Correa (entre los años 1970 – 1980) organizaba la Procesión de la Virgen de la Candelaria, se cargaba en andas la
imagen de Nuestra Señora de Fátima o bien, la de Nuestra Señora del Carmen, que
exhibía sendos escapularios, bastante vistosos por cierto. Es probable que la
imagen primitiva de Nuestra Señora de la
Candelaria de Cereté haya sido destruida o cambiada de parroquia, para obligar a los moradores locales a que
reemplazaran su culto por el de San Antonio. ¿A qué pudo deberse el hecho del
cambio de patrono eclesiástico? Indudablemente a la Ley Sálica. Cuando los Borbones (franceses) reemplazaron a los
Habsburgos (austríacos) en el trono de España y las colonias, los nuevos reyes de
España empezaron a implantar el principio según el cual el Estado debía ser
gobernado enteramente por hombres, nunca por mujeres (1713). Ello arrojó como
consecuencia directa para la historia colonial de Cereté, que a aquella
legendaria matrona española, Doña Francisca Baptista de Bohórquez, quien fuera
titular de la gigantesca encomienda llamada las Zapalerías del Bugre, en cuyo término territorial se hallaran los
actuales municipios de Cereté y Ciénaga de Oro; le fueran arrebatados estos
territorios por orden expresa del Cabildo
de la Villa de Santiago de Tolú. ¿Alguna vez pertenecimos a la jurisdicción
territorial de Tolú? Sí señor, en las primeras décadas después de fundada
aquella ciudad, hasta bien entrado el siglo XVII.
Los cereteanos estamos en mora de escarbar la historia hasta sus
cimientos, para buscar mayores datos sobre esa aguerrida mujer española que
contribuyó a la civilización de estas tierras, otrora zenúes y a la
cristianización de los primitivos habitantes de Cereté, con quienes -se cree-
sostuvo muy buenas relaciones, por cuanto respetaba sus costumbres y aun aprendería
de ellos técnicas ancestrales de cultivo de la tierra, de quema y tala. Bien la
podemos considerar como la heroína cereteana por excelencia, defensora de los
derechos de los indígenas sobre los abusos de los conquistadores y defensora,
además, de los derechos de la mujer, en una época marcadamente machista. Es
altamente probable que haya sido Doña Francisca quien introdujera entre los
primeros habitantes de la futura Cereté el culto a la Virgen de la Candelaria, que los indios contemporizaron con Thi,
por lo cual las relaciones entre encomendera y encomendados se mantuvieron siempre
en óptimo nivel. Fue el único caso de una mujer en América que ostentara el
doble titulo de Encomendera y
Conquistadora.
Vuelven una vez más las Fiestas
de la Candelaria, con su enorme carga de recuerdos, de motivaciones
históricas y de profundas repercusiones telúricas que tocan la fibra más
secreta de nuestra idiosincrasia como cereteanos, como sinuanos y como
cordobeses. Aspiro personalmente visitar
algún día el Archivo General de Indias, en Sevilla (España), en donde reposan,
a buen seguro, los documentos y efectos legales que giraron en torno a la
fundación de nuestro amado Cereté. Actualmente es poco lo que se sabe que
cuente a ciencia cierta con el debido respaldo documental histórico respecto de
nuestra amada tierra. En su lugar solo hay una fuerte tradición oral que pasa
de padres a hijos y que nos habla del cacique Té, de la cacica Tay y de
Francisca Baptista de Bohórquez, entre otros tantos hitos historiográficos
locales. ¡Cereté bien lo vale,
conciudadanos! Rescatemos en el pasado nuestra memoria histórica, para afianzar
nuestro presente y proyectar de una mejor y más clara manera nuestro futuro. Por el momento pidámosle a la Virgen de la Candelaria que nos ilumine
y guíe, que nos arrope con su manto protector y que sea la luz de ese
maravilloso lucero de la esperanza que resignifica y da sentido a nuestra
existencia.
2011
PROCESIÓN EN CERETÉ (CÓRDOBA) EL 16 DE JULIO DE 2014 EN HONOR DE NUESTRA SEÑORA DEL MONTE CARMELO (LA VIRGEN DEL CARMEN). |