PARQUE ANTONIO NARIÑO DE CERETÉ (CÓRDOBA)ANTES DE LA REMODELACIÓN DE 2014 |
CERETÉ COMUNITARIO
CULTURA CIUDADANA CERETEANA
Por: Nabonazar Cogollo Ayala
La sociedad del siglo XXI impone
como imperativo ético a todas las sociedades postmodernas del planeta el
cuidado extremo de nuestro planeta azul, que - como es del conocimiento
general-, se encuentra en cuidados intensivos, para incomodidad y molestia de las
grandes potencias industriales del mundo que son las principales responsables
de la actual catástrofe ecológica planetaria. Aunque es preciso decir que no
son las únicas causantes porque el mal llamado Tercer Mundo también
tiene un prominente grano de arena en tal sentido aunque quizás sean varios
prominentes granos de arena. Toda ciudad impacta negativamente en grado
mayúsculo el medio ambiente y ello es directamente proporcional a la cantidad
de espacio que el trazado urbano abarca. Cada día se liberan grandes cantidades
de sustancias tóxicas, desechos industriales, desechos fluoro carbonados y lixiviados producidos por
basuras en descomposición; entre los más altamente contaminantes tanto del
aire, el suelo y el subsuelo, como del agua y la atmósfera.
Nuestro Cereté no ha sido ajeno
al fenómeno del impacto y la depredación de los recursos medioambientales.
Hemos padecido el flagelo de la contaminación y las basuras desde tiempos
inmemoriales lo cual aún no se ha subsanado del todo. La propuesta de Cultura
Ciudadana nació en la ciudad de Bogotá durante el primer mandato al frente
de la Alcaldía Mayor, del matemático y filósofo Antanas Mockus Sivickas,
ex rector de la Universidad Nacional y excandidato presidencial 2010. Un
novedoso enfoque pedagógico empezó a ser impartido en las calles, semáforos,
cebras, avenidas y demás ductos viales. Grupos animados de mimos, cantantes,
guitarristas, teatreros, zanqueros, saltimbanquis y otros artistas musicales y
escénicos al servicio de la causa empezaron a sugerir a los ciudadanos la forma
correcta de emplear el espacio público capitalino. El experimento al principio
causó extrañeza, risas, burlas y hasta enojo en algunos de los sectores
políticos más reacios y conservadores. Pero a la larga la propuesta arrojó los
mejores resultados lo que le valió ser imitada en otras ciudades del país. Las
enseñanzas fueron múltiples y nos permiten aprender de ellas, veamos:
Cuando las normas son concertadas y se enseñan con un
enfoque pedagógico se logra su aceptación con mayor éxito. El autoritarismo
genera resentimiento y forma parte de la vieja forma de hacer política en
Colombia.
La norma por la norma misma es cosa del pasado. La
norma en función del bienestar de las comunidades, justificada en el consenso y
la voluntad de las mayorías ciudadanas vuelve a ponerse en primer plano.
Los ciudadanos deben entender que la ciudad es su
espacio natural, el hábitat propio de su especie. En consecuencia las normas de
convivencia ciudadana, de ecopreservación y de mantenimiento del espacio
público deben empezar a ser interiorizadas, para bien no solamente de nosotros
mismos, sino de nuestros propios hijos en función del sostenimiento de las
generaciones futuras.
Nosotros los que pasamos de los
cuarenta años en la actualidad tuvimos el enorme privilegio de contar con
paisajes primaverales, cielos cristalinos de zafiro luminiscente, aires más
bien puros, costas y mares limpios, comida orgánica no manipulada
genéticamente, entre otros tantos beneficios de aquellos viejos tiempos que ya
nunca volverán en el Cereté de antaño. ¿Qué tipo de paisaje, de suelos, de
atmósfera, de comida, de costas y mares le pensamos legar a nuestros nietos,
biznietos y tataranietos? ¿Acaso paisajes virtuales, comida hidropónica, carnes
hormonadas o sintéticas, una atmósfera no apta para la vida humana, costas y
mares contaminados, reemplazados en el patio de nuestras hipercalientes casas
por piscinas inflables llenas de agua químicamente tratada y por ende dermo
ulcerativa? Esta posibilidad última
parece una película de terror, -bien espeluznante por cierto-, pero su macabro
horizonte se cierne sobre nosotros como una amenaza silenciosa pero galopante
que tarde que temprano acabará por aplastarnos si no nos proponemos hacer algo
para evitar sus nefastas consecuencias. No en vano la denominan en el mundo La
Verdad Incómoda.
Los cereteanos debemos hacernos
concientes de las normas eco preservativas y de convivencia y cultura ciudadana
de nuestra bella ciudad, en lo cual las escuelas y colegios deberán cumplir una
función preponderante. El caño Bugre no tiene por qué seguir siendo depósito
indiscriminado de basuras, como siempre lo ha sido ante la mirada insensible de
una buena parte de los habitantes de lo cual no se excluyen algunas
administraciones locales. Tengamos en
cuenta a título de pauta de orientación los siguientes
QUINCE PRINCIPIOS DE CULTURA CIUDADANA CERETEANA
(1) Nunca arrojemos basuras y
desperdicios a las calles, utilicemos para ello las canecas de basura. En el
caso que no hubiera, guardémoslas y las depositamos posteriormente en la
papelera de nuestras casas. La ciudad y el medio ambiente no los agradecerán.
(2) Respetemos los semáforos, ya
seamos peatones o ya seamos conductores vehiculares. Y utilicemos así mismo
tanto puentes peatonales como cebras. Nuestra propia vida está de por medio.
(3) Recojamos de la calle los
desechos de nuestras mascotas. Los desperdicios animales son altamente
contaminantes y se convierten en fuente gravemente patogénica (productores de
enfermedades) en nuestras calles,
parques y zonas verdes. Evitémoslo a toda costa.
(4) Organicemos nuestra basura
doméstica de tal manera que sea fácil su recolección y posterior reciclaje, si
es el caso. Nunca mezclemos desechos orgánicos con celulosa (papel y cartón).
Los residuos orgánicos (cáscaras de huevo, de plátano, de papa, etc.) deben ir
empacados aparte. De igual forma los plásticos, vidrios y metales. Los residuos orgánicos entran rápidamente en
descomposición y son altamente contaminantes del aire y el suelo porque
producen lixiviación. Si los podemos utilizar como abono de plantas o como
sustrato para la producción de gas metano sería lo ideal. Las pilas desechadas
deben ser empacadas aparte por cuanto son altamente tóxicas. Son ricas en
mercurio y carbón. En grandes cantidades pueden ser vendidas para ser
recicladas, lo que dejaría una fuente adicional de dinero. Así mismo el
pestillo de cierre de las latas de bebidas gaseosas o cervezas está hecho de
aluminio puro. Colombia no produce aluminio y debe comprarlo al extranjero.
Reunir una buena cantidad de dicha pieza y venderla por kilos como aluminio
puro dejará buenas ganancias a los recicladores.
(5) Nunca arrojemos líquidos
grasos hipercalientes por la tubería del drenaje sanitario urbano, como por
ejemplo aceite quemado automotor, parafina derretida o aceite quemado de cocina.
Las tuberías plásticas se deformarían, perforarían y en el peor de los casos
quedarían inservibles. Para desechar aceites y manteca se recomienda realizar
un orificio en el suelo, preparar en él un compostaje a base de arena, viruta y
aserrín y verter allí finalmente el líquido. Posteriormente tapar el orificio.
(6) No contaminemos visualmente
nuestra ciudad con pasacalles, pendones, afiches en postes, paredes o frentes
de las casas. Estos despliegues publicitarios incontrolados no solo afectan nuestra
salud viso-mental, sino que a larga devienen en desperdicios y basuras que
impactan negativamente el medio ambiente.
(7) Escuchemos música en nuestros
hogares, sitios de trabajo o vehículos de forma moderada. Cuando sobrepasamos la barrera humana permitida
de decibeles para la audición, afectamos seriamente nuestra capacidad auditiva
y la de los demás. La contaminación sónica es tan agresiva como otros tipos de
contaminación anteriormente mencionados, solo que suele pasar desapercibida
pese a ser tan bulliciosa.
(8) Saquemos nuestras bolsas o talegos de basura
los días establecidos para su recolección. Hagámonos responsables de nuestra
propia basura hasta cuando se la hayan llevado. No permitamos que perros
callejeros o habitantes de la calle la esparzan indiscriminadamente. Si ello
llegara a ocurrir debemos reorganizarla y volverla a poner en su sitio.
(9) Cuando barramos nunca lo
hagamos hacia la calle. Que la vía pública no sea la depositaria final de todo
el polvo y los desperdicios de nuestra vivienda urbana. Barramos hacia nuestros
patios, donde recogeremos y organizaremos finalmente lo barrido para efectos de
su posterior recolección.
(10) Denunciemos ante las
autoridades competentes a todas aquellas personas inescrupulosas que realizan
necesidades fisiológicas en calles, parques y demás espacios públicos. El
Código Nacional de Policía lo prohíbe de manera expresa. Con ello ganaremos
parques y zonas verdes agradables para el juego y esparcimiento de nuestros
niños y de nosotros mismos.
(11) Si tenemos mascotas en la
casa (gatos o perros principalmente), tengámoslas debidamente vacunadas con su
cartón de vacunas al día para evitar posibles epidemias. Cuando los saquemos
hagamos uso de la correa. Saquémoslos igualmente con el bozal si se trata de una raza peligrosa o agresiva
(Fila Brasilero, Pitbull, Doberman, Rottweiler, entre otras). Nunca jamás los
arrojemos a la calle, porque no solo agravarían un problema público sanitario
que ya es delicado, sino que sería un acto de crueldad de parte nuestra.
Nosotros somos la familia de nuestras mascotas y uno nunca arroja a la calle a
un miembro de su propia familia.
(12) En los buses, busetas y
colectivos cedamos siempre los puestos a las señoras en estado de embarazo, a
los niños, a las personas de la tercera edad y a las personas discapacitadas o
con minusvalía física. A la final los turistas y visitantes de nuestra bella
ciudad se quedarán asombrados de
la arraigada cultura y decencia de todos los cereteanos.
(13) Cuando necesitemos del
servicio de una entidad pública o privada, lleguemos con amabilidad y saludemos
de la mejor manera a quien nos haya de atender. Una vez hayamos sido atendidos
demos comedidamente las gracias. De esa forma tanto el cliente como la persona
que nos atendió quedarán satisfechos. Que la cultura de la sonrisa y la
amabilidad sean nuestra mejor carta de presentación.
(14) Nunca jamás seamos
indiferentes ante el crimen o los ilícitos, porque un día pueden tocar a
nuestra puerta. Denunciemos inmediatamente ante la Policía Nacional local a ladrones, raponeros, pandilleros y
expendedores de drogas entre otros.
Nuestros jóvenes y niños nos lo agradecerán enormemente porque todos
disfrutaremos de familias, casas y barrios más seguros y sanos.
(15) Ahorremos al máximo los servicios
públicos. Hagamos uso racional del agua y de la energía eléctrica porque pueden
escasearse lo cual sería muy grave. Para evitarlo reutilicemos el agua jabonosa
de la lavadora que puede emplearse para bajar la cisterna del baño con lo que
ahorraremos seis litros de agua en cada descarga. Lavemos nuestro carro con
balde, nunca con manguera porque con esta última el gasto de agua es
considerablemente mayor. Apaguemos las luces innecesarias y no mantengamos
encendidos al mismo tiempo el TV, el equipo de sonido y el computador. Los
campos magnéticos de todos esos aparatos son considerablemente dañinos para
nuestra salud física.
¿Difíciles de cumplir estos
quince sencillos principios? Francamente creo que no, solo basta que tomemos la
decisión de hacernos eco preservativos y
enseñemos a nuestros hijos a que lo sean.
¡Manos a la obra cereteanos! A defender nuestro espacio público,
nuestras calles y avenidas, nuestros parques y zonas verdes que son tan
nuestros como el orgullo mismo de haber nacido en una de las ciudades más
hermosas del Departamento de Córdoba, sin lugar a dudas la segunda en
importancia después de Montería. Hagamos de Cereté un jardín para que a la
larga se convierta en la capital ecológica, cívica y cultural de Córdoba, por
derecho propio y de sus orgullosos habitantes. ¡Adelante!
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